Vos tenés la manija.
Todos sabemos cómo la agarraste
pero vamos a ver cuánto te dura,
que andás haciendo cosas que ya
nos dimos cuenta que jugás con suplentes.
Pedís la yuta como si fuera un chiche
y te divierte el ruido de las topadoras.
¿Y nosotros?
Pues que reventemos
de hambre o de gatillo, no interesa.
Y ahora resulta que mi presencia te molesta
y tengo que irme.
Pero me vas a oír aunque no quieras.
Decime...
¿Vos te creés que no me ofrecieron agarrar
un chumbo?
Y te hubiera gustado.
Un fiambre, yo a la sombra y vos contento.
¿Pero sabés?
Tuve un viejo de aquellos,
y quise ser lo que era él, un laburante.
Y yo decía que cuando fuera grande iba
a ser la mitad de lo bueno que era él,
y ya era suficiente.
¡Y cómo nos quería!
¡Y eso vos no lo tuviste!
Solo tuviste hacer morir de risa a todo el
mundo
con el paco de guita que te sacó la mina.
Convencete: sos punto.
Vos pudiste comprarte una mujer.
¿Y pretendías que ella te quisiera?
No seas gil...
Y bueno, pucha digo...
Viejo...
No niego que te extraño.
Por eso me hace bien hablarte despacito,
despacito
para decirte tantas cosas...
Decirte por ejemplo: no te preocupes, viejo
yo sé que voy a ser lo que eras vos: un laburante
y...
¡Epa...!
¿Y ahora qué te pasa?
¿Te enojaste?
Para qué, si me voy, si me estoy yendo...
A cruzar el riachuelo,
o la General Paz,
o la gran perra
Pero no vas a comparar tu viejo con el mío.
Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín
No hay comentarios:
Publicar un comentario