sábado, 23 de octubre de 2010

EL CANTICO

Chisporrotean los leños y hace calor en casa
pero mana la fuente
y hay que llenar el cántaro aunque moleste la llovizna

El tiempo...
Siempre el tiempo...
Coriendo entre los charcos
saltando entre las chispas.

Buscar...
Siempre la búsqueda
¡Mientras el pensamiento llega a las galaxias el terrón que pisamos se diluye sin esperanza de reencontrarlo!
Y hay que llenar el cántaro cuando el cántico fluye.

Y allá, a lo lejos, se oye un cántico.

SINOPSIS

I

Mi Buenos Aires querido...
Por tu puerto salieron nuestras riquezas.
Por tu puerto entraron los esclavos que iban a Potosí


II

Santos Vega tenía alma de chingolo
y era inevitable que ganara Juan sin Ropa
Martín Fierro se hizo peón de estancia
y al indio le mandaron un ejército imponente.


III

Un indio.
Un gaita.
Un gaucho ¡pobre gaucho!
Un gringo.
¡El gaucho no era de hablar mucho. Vio el alambrado.
Comprendió y se fue.

JULITO COBOS

No voy a compararte con Bruto o con Judas, porque sos demasiado pobre tipo
ni te voy a mandar al círculo noveno
que a vos ni el diablo te recibiría.
Pero voy a reírme a carcajadas cuando a algún hijo tuyo le pregunten ¿vos sos el hijo del traidor?

miércoles, 13 de octubre de 2010

La guerra de la triple infamia

Perdón, hermanos paraguayos.En el mío, en el de los uruguayos y en el de los brasileros. Pero que no haya perdón para el titiritero inglés.


FRANCISCO SOLANO LÓPEZ

Dijiste: Muero con mi patria.
Y no es verdad.
Que tu patria no ha muerto.
Y vos tampoco.



LA AMAZONA

Y ahora decime, Elisa, ¿a dónde están tus huesos?
¿siguen mezclados en el barro anónimo?

Elisa...¿¿Porqué te fuiste de lo que era tuyo
si era tan tuyo precisamente porque naciste para que lo fuera??
Y no quedaba en vos nada de Francia ni de Irlanda
si es que alguna vez lo hubo.

Sabemos...
lo sabemos...
fue una orden,
siempre cumpliste con las órdenes.
Y así también supiste darlas.

Pero esa vez era distinto. Que esa vez -esa maldita vez- ya todo todo era distinto
y quedó otro dolor
el de tus huesos.
De haber podido imaginarlos alimentando las raíces de un naranjo
no se hubiera sentido tan triste el Paraguay.



PANCHITO LÓPEZ

Y ahí quedaste, Panchito
al lado del Jaguar donde estuviste siempre.
Donde brotaste y transcurrió tu vida breve demasiado breve.
Cunumí...
muchachito...
Panchito de tal palo tal astilla.
Vos.
Y el Jaguar.
Y aquel Carlos Antonio el gran artífice.
¿Acaso alguna vez alguien dudo que fuera él el gran artífice?

Pero con cuanta suspicacia había avizorado el mundo
aquello que ya era sombra de América Española.
Y que cosas
llegaste a ver en esa vida tuya breve,demasiado breve.
Cunumí...
Muchachito...

Viste que el pueblo
_Que tu pueblo_ tenía hambre.
Y arrancaba del árbol las naranjas y de la tierra las mandiocas.
que ya no había nada.
Que ya no había casi nada. Y casi nadie.
_Tan perfecta había sido la obra de su Majestad Británica_

Y ahí quedaste, Panchito
al lado del Jaguar. Donde debías.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Cristinacha

A Néstor y Cristina, compañeros, amigos y hermanos.


Acá tenés mi mano.
No sé si sirve para algo
pero te la ofrezco
Que una sola tal vez no sirva para nada pero si hay muchos millones bueno bueno como diría el tano.
Y es lindo lo que estás haciendo,
perdón -lo que estamos haciendo.

¿Sabés?
Conocí alguien que no sé si hubo otro más lúcido entre nosotros.
Yo lo llamaba cariñosamente don Arturo
y él hablaba de señoras gordas.

Cristinacha...
¡Caramba!
Si las señoras gordas no te quieren a vos que miércoles te importa

Ya sé.
Todos sabemos que a veces tenés que sacar fuerzas de abajo de la tierra
y todos conocemos de cansancio y desaliento

¡Desaliento!
Vaya si lo conoceremos los que tenemos la cabeza rota de tanto haberlas golpeado contra las puertas
¿El cansancio?
La pucha si sabremos lo que es ese cansancio que se nos va metiendo en el caracú.

Cristinacha

¿Vos te acordás cuando en la escuela nos hablaban de French y de Berutti?
Quién nos hubiera dicho que a la querida escarapela la llevaríamos
cuando en el sur morían los muchachos.
Y que después... pero no quiero hablar de eso. Me hace daño.
Por eso te decimos es tan lindo lo que estamos haciendo.
Y tenés energías. Si no la sacarás de abajo de la tierra e iremos adelante...

Cristinacha, metele...
Dale metele que te están mirando los hermanos latinoamericanos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Lechuza

Caminante de nuestra querida calle, te pido que me escuches unos minutos, unos pocos minutos, ya que tuviste la amabilidad de llevarte este tríptico.
Dejame que te cuente que hay en mi vida tres seres maravillosos, y que tengo la privilegiada felicidad de ver que no les falta techo, pan, ni juguetes.
Y eso, ¿por qué? Pues, muy sencillo, Porque los padres de ellos, mis hijos, tienen trabajo. Y yo anhelo luchar desde mi puesto de artista (o acaso puede no ser un luchador el artista?) para que no peligre el trabajo de su padre, mis hijos. Ni les enrarezcan el aire. Ni les quiten el agua, ni los vendan como esclavos. A ellos, Ezequiel Ignacio y Sofía Victoria Tarruella, los que me dio Rodrigo, y Tomás Agustín Tarruella, los que me dio Iñigo. Ellos mis nietos adorados.


Abuelita Ana María



I

Yanky...
No andes mirando a nuestros nietos.

II
Yo te encontré en la calle y te eché una escupida
y te ofendiste,
y hasta diría que te llevaste una sorpresa.
Claro, vos mandás en el mundo, y nosotros la suerte nos tiró al ring side.
Y ahora andás visualizando a nuestros nietos.
Ellos son lindos, sí
y por ahora tienen proteínas.
Y disculpame la franqueza, y si querés no me disculpes, ¡qué me importa!
Pero causas la sensación de la lechuza que va cortando una mortaja
en esas noches que ladran los perros.
—Ya lo ves, todo eso lo aprendí de mi pueblo,
que yo ni por decreto pertenezco al Primer Mundo.

Y así que ya sabés.
Llevate nuestra sangre,y tiranos a cambio unas monedas
y compranos el alma, que te sobra la guita.
Llevate todo, todo como el tango,
pero tené la honestidad de no ofenderte
si en la calle te largo una escupida.

Incienso

Al Querido, simpático y gordito cura Farinello.

I

¿Yo elegí mi camino?
No sé si lo elegí, pero no desoí Tu voz cuando llamaste.
Que
una
vez
escuché que me llamabas.
Una sola.
¿Si elegí mi camino?
No sé si lo elegí
pero no desoí Tu voz cuando llamaste.

Pero creí que iba a ser suave ese camino
de seguir Tu mandato de alegrarme y de regocijarme.
De acariciar al lobo
y hablarle con dulzura a la serpiente
y no pedí que fuera manso el lobo
ni inocuo el veneno.
Es más, nunca creí que hubiera lobos demasiado malos
ni venenos mortales.
Suave camino el mío
de repartirTe
y derramar el agua,
de entrelazar las manos
y ayudar a conducir la barca inevitable.
¿Acaso iba a dar miedo el salto inmenso?
Con Tu imagen delante...?
¡Qué lindo unir las manos
si fuera para siempre!
Suave camino el mío. Caminito de flores y de inciensos
y el tintineo de las campanillas.
—Siempre admiré al incienso
porque tiende hacia el cielo
pero no deja de aromar la tierra.
Siempre quise a las flores
porque nos brindan lo mejor de sí.
Y recuerdo aquél día en que llegué al altar de moño blanco
y oí la campanilla
y pensé que a mi lado había un ángel
y que el angel reía.

lunes, 20 de septiembre de 2010

El chico de la calle

Te ruego disculpes el título, lector. Yo sé que es remanido, y revela poca imaginación. Pero recurrí a mi poder de síntesis, y fracasé.
Y sin imaginación, sin síntesis, sin nada, busqué palabras y encontré sólo éstas, las que lo dicen todo: El chico de la calle.
Y ahí va el poema, lector. Que te guste, o que te llegue, o lo que vos quieras. Pero ahí va, teñido más de tristeza que de la literatura.



¿Quién dijo que todos los chicos son lindos?
¿Quién dijo que todos los chicos son como capullos de rosa, y que se yo cuántas pavadas?
¿Quién dijo tantas tonterías?
Que ayer te vi correr tras los centavos de la Muerte.
Y ayer,
justito ayer
me fijé en vos aunque te veo todos los días sin mirarte.
Perdoná el café con leche que te ofrecí, y no pienses en otro, que tal vez te lo niegue.
Perdoná la caricia furtiva de un instante y no pienses en otra, que tal vez también la niegue.
Perdoná la atención de algunos minutos y no pienses en pedirme más nada, que nada puedo hacer por vos o tal vez decida no volver a perder el tiempo inútilmente
y olvidate de todo.
Olvidá ese café que no va a repetirse, que a mí me cuesta ganarlo.
Olvidá la caricia que tampoco va a repetirse que a mí el tiempo no me sobra, aunque me digas que la caricia es gratis.
Y perdoname o perdonémonos, que es casi lo mismo, que ayer me conmoviste, aunque no por mucho tiempo.
Y olvidá todo eso.
Olvida todo, sí.
Pero por sobre todo olvidá mi cara.
Por favor no recuerdes mis facciones, que desde ahora me das miedo, chico de la calle.
¿O es que no ves que yo también tengo mucho que perdonarte...?
¿No ves que soy sensible, y hay cosas que me duelen...?
A mí me duelen las muletas, y los muñones mal hechos y la identidad que se pierde bajo el hollín.
Me duele verte ensombreciendo la belleza de mi ciudad, y quebrantando el andamiaje de mis principios.
Y sobre todo me duele decirte que te temo, chico de la calle.
Andá...
Corré tras los centavos de la Muerte...
No va a faltar quien quiera tirarte unas monedas.
Corré, que tal vez sea misericordiosa la rueda, y tras la búsqueda te esté esperando la tranquilidad,o mejor dicho, nos esté esperando y ya no tenga yo que seguir temiéndole, chico de la calle.




Y ahora Te pregunto...
Si era hermosa tu vida
y suave la expresión de Tu mirada
y amoroso Tu ejemplo
¿no era acaso que siguieras con nosotros
no digo mucho
pero un poquito más...?
Si de nada valió que nos dejaras...
Lo vemos cada día,
a cada hora,
en cada calle,
en cada esquina,
o en esa cara llena de hambre y en la mano
que se tiende aunque no mucho, porque tiembla.
Que siguieran fluyendo Tus palabras.
Que siguiera Tu mano bendiciendo.
Que quedaras con nosotros unos años y después...
bueno...
después veríamos.
¿Pero por qué clavar la mano que bendice
y torturar con espinas la frente luminosa?
¿Acaso era necesario apenarnos para siempre
para que se cumplieran las Escrituras?

No...
Si hubiéramos querido recordarte
en el lento declinar de cada día
y en el tranquilo fin. Y no esa muerte.

Aquella muerte cruel que, ya lo vemos,
no sirvió de nada.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Blues del Siglo XX (El "Anti-Cambalache")

I

Cuando empecé a comprenderte brillaba tu plenitud
y ya mi plenitud declina mientras tu brillo
se va hundiendo en el horizonte.

II

Veo desdibujarse la nitidez de tu contorno,
siglo increíble que te vas
aunque parezca que aún querés
asirte con ambas manos a la vida.
—Yo viví siempre inmersa en tu imponente grandeza
y en tu debilidad
y de ambas fui testigo.
Y fue en el tráfago de todo lo tuyo que quise volar
y pude hacerlo
aunque se me humedecieron las alas en lo inevitable
de las lloviznas—
Y aunque en tu compañía dulce o tormentosa
mil veces preparé las armas para el batallar de cada día
hoy estoy triste,
siglo envejecido
y compañero y como yo, nostálgico.
Hoy estoy triste
y tengo miedo ante el ruido de unos pasos
que retumban a lo lejos.
Que vos te vas.
Y viene el otro.
Y ya sentimos
sus misteriosos pasos enigmáticos.
Ya los sentimos retumbar
desde la pavorosa inspiración del hombre
—único ser
concientemente
conciente
en esta parte de creación que conocemos—

III

Te debo
¡qué se yo!
Te debo tanto...
Te debo la perspectiva de los paisajes percibidos
desde lo alto
y el resquemor de las alas chamuscadas en el vuelo.
Te debo el transitar por caminos antes intransitados
y el acceder a alturas antes inaccesibles.
Y el aguzar de la mirada para tratar de intuir desde allí
la totalidad de la tierra...
Querida, dulce Tierra...
la de las manos suaves que la miman y las garras
crispadas que la arañan...
—¿Fue desde siempre acaso que olvidamos
que a qué gastar el tiempo en bofetadas
si lo necesitamos para la caricia?—
Tierra querida y dulce, habitar del asombro...
—Alguna vez el hombre se asombró cuando brilló un relámpago
o cayó agua de las nubes,
o nació el fuego de una chispa entre las piedras
o brotó la semilla.
Y en su capacidad de asombro se asombró de que la Tierra fuese suya—
Maravillosa, suave, cálida, sonriente, protectora Tierra...
—Alguna vez también el hombre se asombró
cuando reconoció su imágen en el agua.
o comprendió que el perro no era su enemigo,
o enterró la semilla
y apretó las ubres
y se regocijó de que saliera la leche,
y en su capacidad de asombro se asombró que lo vendieran como esclavo—
¿Fue acaso desde entonces que olvidamos
que a qué desperdiciar cada partícula de nuestro tiempo
si a todas las necesitamos para ser felices...?

Te debo
¡qué sé yo!
te debo tanto...
Siempre miré la luz mientras tu fuego iluminaba.
Y no temí tus rayos.
Yo supe de la búsqueda de cada día en el laboratorio
y las horas pasadas ante el cálculo.
Y vi al hombre alejarse de la atmósfera.
Y a la ciencia luchar contra la muerte.
Y a las vidas troncharse por millones.
Y no temí rayos.
Ni siquiera
ante el diario develarse de misterios y el surgir de otros,
ni ante los ojos obsesivos fijos
en lo casi infinitamente pequeño y lo casi infinitamente lejano,
ni ante el impulso enorme de la ciencia
que alargó algunas vidas
mientras otras se perdían en la guerra o por el hambre
Te debo
¡qué sé yo!
te debo tanto...

IV

Y hoy estoy triste siglo compañero,
siglo increíble que te vas aunque aún parezca
que resistís con ansias el lento irse apagando de tu fuego

Cuando empecé a conocerte tus rayos caían perpendiculares,
y no pensé en el crepúsculo.
Y hoy me pregunto cómo podré seguir volando con las alas humedecidas por tantas lloviznas si ahora mismo siento frío cuando tus rayos oblicuos me hablan de atardecer.
Cómo podré levantar vuelo el día siguiente de aquel día
y preparar las armas para el batallar cotidiano
la mañana después de la noche que entre fuegos artificiales nos digamos adiós
o hasta luego.
Que habrá una tarde en que pierdas
como el sol
en Occidente
y surja el Otro al otro día de la mano de la aurora...

V

Que vos te vas.
Por una ley inexorable.
Y yo no sé si nos iremos juntos.

No sé si nos iremos tomados de la mano.
O soltarás la mía
para hundirte
¿dónde...?


Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

lunes, 13 de septiembre de 2010

El baberito demasiado limpio (a la que es dos veces madre, la abuela)

Si viéramos dibujarse nuestro contorno...
Si alguna vez pudiéramos ver dibujarse nuestro contorno
y nos hablara lo irrefrenable del impulso
nada podría ya contra nosotros la jauría...

Vida que fluye por la herida de las horas
que se desperdician
sin el asombro diario
de las palabras nuevas e ininteligibles,
y del delantalito cuadrillé,
y el guardapolvo blanco.
Cunita inútil,
y escarpín vacío.
Y baberito demasiado limpio.

—No se ha de engañar tu piel al sentir otra
ni han de mentir tus rasgos al mirarte al espejo
pues fue el milagro
al apoyar las manos
y sentir la inquietud de tus movimientos—
Y siempre, siempre multitud de esperanzas
ante mis chispas
porque la noche en que me sumergieron
tiene millones de luces en sus ventanas
y las calles se alargan en un estertor que
me lleva a arañar las paredes siempre.
Siempre.
Desde que fue torcido el curso
del río de mi sangre.


Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

lunes, 6 de septiembre de 2010

En la vía

¿Que se me nota alegre?
Es muy sencillo.
Hoy me pagaron bien.

Que me contás, hermano
flor de tormenta la de anoche
y yo tenía un techo...
Lástima ¡pucha digo! que vos estabas en la lleca
pero que ¡jorobarse!
a lo mejor a vos también te viene la suerte
y a la otra tormenta la podés escuchar tirado en la catrera.
Que a mí me dicen que robar es fácil, ¡y que se yo!
¿No lo hizo Jesucristo?
Necesitaba un burro y lo llevó
¿Que unos días después lo liquidaron?
Eso ya es otra historia.
Pero sabés...no sirvo.
Que lo hagan los grandotes, que lo hacen muy bien.
Si no mirá ese auto.
Mirá ¡me cachen diez! ese prodigio de la técnica
y ahora fijate en ese pibe
como sale corriendo a abrir la puerta
del auto de los ricos.


Yo solo tengo este lugar,
y este lugar es mío, y lo siento tan cálido...
¿Si lo compré? pregunta algún chistoso de esos que nunca faltan
¡Como si alguna vez hubiera yo podido
ir a un escribano en esta pobre vida mía pelandruna!

Pero dejemos eso, hermano
y haber si hablamos de algo bueno en este día.
¿Vos sabés lo que es eso?
saber que va a llover y que tenés un techo...

Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

miércoles, 1 de septiembre de 2010

CAYETANO (Fué concebido en el año 2000 cuando la cosa estaba que ardía)

Qué importa si viniste o te trajeron
o si el pueblo sos vos
o es que vos sos el pueblo.
Qué importa si viniste o te trajeron
si llegaste a mi tierra y te quedaste
como uno más de la familia compartiéndolo todo.
La foto de los hijos en la repisita.
El asado en el patio y el bullicio
de los hinchas de fútbol los domingos.

Cayetano...
¡Qué cosa!
Si vos también estás en todas partes...

Recuerdo...
Perdón...
Todos lo recordamos.
Hubo una vez,
—aquella vez—
en que aprendí a mirarte.
—Entre nosotros todos alguna vez aprendimos a mirarte—
Vos.
Y el purrete.
Y el purrete era el mismo que en casa ponían en el pesebre.
Parecía contento el purretito...
Vos debías ser bueno...

Cayetano...
¡Qué cosa!
¡Si hay cosas que se llevan en el alma!

Es como si dijéramos siempre hay algún refugio en este mundo
o por lo menos algo de esperanza.
Y sentimos un poco de alegría.
Aunque sea un poquito, que ya es mucho.
Es como si dijéramos llevar un pedacito de la casa
ahí,en el parabrisas
del camión que devora los kilómetros,
ser un compinche del colectivero en esa geografía suburbana
o una chispa en la noche melancólica
del arquitecto que maneja un taxi.
—Es lúgubre el recuerdo de lo que fue una fábrica
e infinitas las colas mañaneras
enarbolando los avisos.
Es triste el ajetreo tragicómico de la semana...—

Esa mujer.
la verdadera.
Pide trabajo para su marido y paz en la familia, que es lo mismo.
Paz en la casa.
Paz en todo el barrio.
Y paz en todas partes.
Esa mujer.
La verdadera.

Y el muchachito.
El que volvió de aquella guerra con el alma en orsai
y el sistema nervioso hecho pomada.
Allá quedaron otros, sí.
Y el volvió.
El volvió de esa guerra de la farándula.

¿Y ahora...?

Qué importa la verdad histórica
ni el Canon de los Santos,
allá,en Roma.
Que importan los linajes de Venecia
si llegaste en un barco, como todos.
Para ser uno más entre nosotros, muy querido
y un poco de esperanza,
—aunque sea un poquito, que ya es
mucho—

Cayetano...
¡Que cosa!
¡Vos sí que sos alguna de esas cosas que
se llevan en el alma!

Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

jueves, 26 de agosto de 2010

El hermanito de los lápices (Escrito en 1987)

Sé que no es cierto que te molestara
y que estabas podrido
de tenerme atrás tuyo.
Y al fin y al cabo si era cierto a mí que
miércoles me importa
si me sentí feliz cuando te fuiste
aquella vez un mes al campamento.
Yo quedaba contento cuando te ibas a un pic nic
y entonces yo era el rey;
y cuando vos volvías qué bronca que me daba
que corrieran a preguntarte si te habías divertido
o si querías tomar algo.

¡Te hice tantas perrerías!

Apenas vos salías revisaba tus cosas,
te abría los cajones, hojeaba tus libros...
¡Si no hubo uno solo que no hiciera pomada!
Y los juguetes de cuando eras chico...
¿Te acordás los juguetes?
Vos querías guardarlos.
Y yo me fui apropiando
de ellos poco a poco
sin dejar uno solo.
Es que todo lo tuyo me gustaba...

¿Que te hice perrerías?
Es muy cierto
Y bueno.
¡Vos también te mandabas cada una!
Que a mí se me mimaba demasiado...
Que había que educarme...
Y que era un inmaduro...
Y que tenía que crecer...
Y ya lo ves.
Crecí de golpe.

Que vos te fuiste.
Y me quedé esperando.
Que es una forma de quedarte muerto.
Que es una linda forma de quedarse solo
como un perro en este mundo.

Que se habló mucho de ellos.
Se habló de ellos hasta la manija.
¿Y en mí no se fijaron?
¿Nadie sabía cómo te quería?
¿O acaso nadie no lo supo nunca...?
Que a ellos se les puso el pelo blanco
y el alma se les puso gris.
Y yo sentí terror cuando sentí que me
quedaba solo como un perro en este mundo.

La pucha con la vida...
La pucha con el daño que me hicieron...
La pucha con la risa que se muere apenas
nace
y el tiempo y los recuerdos
de cuando iba a sentarme en el cordón de la
vereda
para verte bajar del colectivo.
O el metegol aquel del cumpleaños
en el que cada vez que jugábamos era para
salir peleados.
Y el autito que me ibas a comprar de tus
ahorros?
¿Y te acordás...?
Que hoy sólo queda preguntarme en voz baja
¿te acordás?, como si no supiera que nunca vas a
contestarme.
O repetir con bronca ¡si pudiera...!

Si pudiera pintar toda la casa
de colores alegres
y resucitar al canario
que se emurió
porque nos olvidamos de darle comida...
Si yo pudiera por ejemplo
suprimir los domingos
y que no haya mas ninguno ni por broma,
y perder la costumbre de pasarme las horas
sentado en el cordón de la vereda.
Si se pudiera romper esta coraza, y que me
entrara el aire...
Si pudiera gritar en las tribunas...
Si pudiera correr tras la pelota sin mirar al
costado...
Y reír. Reír de vez en cuando, sí, pero reír del
todo.
Y sentarme otra vez en las hamacas como
antes.
Como antes,
cuando yo era chico y me empujabas.
Si pudiera creer en cualquier cosa...

Si pudiiera llevarte unas florcitas, aunque eso
no sirva para nada.
Y si no sirve, ¡a mí que miércoles me importa!
Si al menos yo pudiera ¡pucha digo!, yo
pudiera llevártelas.

Que no pudiste despedirme.
Ni me dijiste chau desde la puerta.
Ni trajiste el autito que me habías prometido
y que me ibas a comprar de tus ahorros.

Porque vos me querías
como yo a vos,
¿no es cierto...?

Ana María Machado
La poeta del Teatro san Martín

sábado, 21 de agosto de 2010

HERMANITO

No sé si es un lugar común decir que el artista que no sirve para expresar a su pueblo, no sirve para nada. Yo añadiría que el artista que no sirve para ayudar a su pueblo, tampoco sirve para nada. Y como yo sólo sirvo para escribir, quisiera servir para algo, discúlpenme lo reiterativo del verbo.
Eso sí, me gustaría que el diminutivo, tan cuestionado en la literatura, tuviera en la ocasión la contundencia de un cross a la mandíbula. Como dijera alguien que tuvo mucho, mucho talento.



No dejes que te ordenen quedarte en el costado, siendo tuyo el camino.
No dejes que te quiten de las manos ese pan,
ése que compartís en casa con los pibes,
si es que hay tanto,
hermanito,
pero tanto...
Si hay tanta tierra en esas tierras,
si hay tanta leche en esas ubres
y sin embargo es larga la carrera del hambre que viene desde lejos.
No dejes que te alcance,
hermanito morocho, y si sos rubio lo mismo.

Hermanito...Yo marcho a tu lado,
y me siento con vos junto al mate,
y te doy lo que tengo,
un poema.
Y no es poco.

—No han de empujarte al costado del camino
ni ha de caérsete ese pan de entre las manos
mientras yo esté a tu lado con mi canto—


Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

martes, 10 de agosto de 2010

LA CALANDRIA

Lector amigo y compañero: hace unos cuantos años, exactamente en el '87, escribí este poema que ahora te pertenece. Para entonces, la noche había quedado atrás, como diríamos parafraseando a alguien que también las pasó fieras, y muchísimos todavía vivíamos en la euforia.
El tiempo pasó y todavía seguimos viviendo donde el hambre da órdenes. Y ni qué hablar de la rapiña. ¡La pucha que se rapiñó lindo en estos años!...
A vos lector, que probablemente seas muy joven, o tal vez no, eso no interesa, te entrego esta querida Calandria, y lo hago con confianza y esperanza. Se que ni vos ni yo vamos a desertar.



¡Con qué tristeza pienso en esos barcos
en que llegó mi sangre
cuando había en mi tierra una esperanza!

Pero había en mi tierra una esperanza.

Y hoy vivo en el extremo sur del continente
donde el hambre da órdenes
y la mirada encuentra la facilidad de la rapiña.
donde corre la sangre y se mezcla con el agua del océano
y llega al otro lado
para otros.
Y siempre
o casi siempre
viví el tiempo de la Infamia.
Cuando se levantaba la cabeza para tratar de ver el cielo y la espantaba
/el golpe
del taco de la bota.
—Crimen organizado.
Crimen perfectamente organizado.
Maldad condecorada
y un saludar de todos los días a la Infamis con salvas de veintiún
/cañonazos.

Que casi siempre viví el tiempo de la Infamia.
El tiempo uniformado de la Infamia.

Nación harapos.
Nación andrajos.
Nación calandria caída en manos de la rapiña y la carroña—

(Recuerdo esa calandria...
Recuerdo que de golpe la rodearon las ráfagas.
Y hoy quiere volar.
Quiere levantar vuelo, aunque le pesa el plomo.
Y su canto es distinto
pues le ha quedado herida la garganta...)

Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

jueves, 5 de agosto de 2010

PROFECIA (Diciembre de 1989)

Vos ni alos pájaros podías ver en jaula
y soltaste a los cuervos.
Que vos soltaste, si, a los cuervos
y no te recordaste cuando ellos
destruyeron los nidos
y picotearon en los ojos a los pájaros.
¿Vos no sabés acaso que esos bichos
atisban desde lejos
y cuando puedan prepararán las uñas
y afilarán el pico...?
Y los dejaste libres, sí, que ni a los pájaros
podías ver en jaula.
Pero tené cuidado que los cuervos
tienen mucha paciencia
y a vos también te arrancarán los ojos
con su pico encorvado.

Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

martes, 27 de julio de 2010

Mauricio

Vos tenés la manija.
Todos sabemos cómo la agarraste
pero vamos a ver cuánto te dura,
que andás haciendo cosas que ya
nos dimos cuenta que jugás con suplentes.

Pedís la yuta como si fuera un chiche
y te divierte el ruido de las topadoras.
¿Y nosotros?
Pues que reventemos
de hambre o de gatillo, no interesa.

Y ahora resulta que mi presencia te molesta
y tengo que irme.
Pero me vas a oír aunque no quieras.
Decime...
¿Vos te creés que no me ofrecieron agarrar
un chumbo?
Y te hubiera gustado.
Un fiambre, yo a la sombra y vos contento.
¿Pero sabés?

Tuve un viejo de aquellos,
y quise ser lo que era él, un laburante.
Y yo decía que cuando fuera grande iba
a ser la mitad de lo bueno que era él,
y ya era suficiente.
¡Y cómo nos quería!
¡Y eso vos no lo tuviste!

Solo tuviste hacer morir de risa a todo el
mundo
con el paco de guita que te sacó la mina.

Convencete: sos punto.
Vos pudiste comprarte una mujer.
¿Y pretendías que ella te quisiera?
No seas gil...

Y bueno, pucha digo...

Viejo...
No niego que te extraño.
Por eso me hace bien hablarte despacito,
despacito
para decirte tantas cosas...
Decirte por ejemplo: no te preocupes, viejo
yo sé que voy a ser lo que eras vos: un laburante
y...
¡Epa...!
¿Y ahora qué te pasa?
¿Te enojaste?
Para qué, si me voy, si me estoy yendo...

A cruzar el riachuelo,
o la General Paz,
o la gran perra

Pero no vas a comparar tu viejo con el mío.

Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

miércoles, 14 de julio de 2010

Marea negra

I

La tierra era feliz cuando no estabas.
¿volverá a serlo cuando te hayas ido
o acaso será tarde
y del recuerdo de tu paso solo quedarán chatarras?

II

¿Con qué derecho te autoproclamaste, hombre,señor
del universo?
¿Con qué derecho dirigiste la mirada alrededor para
decir "todo esto es mío"?
y levantando un trono
sentaste a tu derecha la Soberbia y a tu izquierda a la
Avaricia?
¿Por qué escuchaste a la Soberbia
si era letal el átomo
e hiciste caso a la Avaricia
y a todo fuiste destruyéndolo para cambiarlo por
monedas?
Si el bosque no nació para desierto.
Si el mar no nació para ser ciénaga
ni el río para lago putrefacto.
Si era dulce la tierra.
Y cariñosa.
Y te aceptaba, hombre.
¿Por qué la traicionaste?

¡Y era tan lleno de vitalidad el bosque...
Era tan lleno de alegría el río...
Era tan lleno de limpieza el aire...
Y tan impresionante la magnitud de la montaña y la
maravilla del mar.
Pero cantaba el bosque, y lo talaste...
Cantaba el río, y le desviaste el curso...
Cantaba el aire, y lo llenaste de óxido...
Y heriste a la montaña en la grandiosidad de su silencio
y al mar en la pureza de sus aguas.

¿Y ahora con quién han de jugar tus hijos si has
diezmado las especies, sus hermanos menores?
¿Dónde has de levantar tu casa,
si ya no quedan árboles,
si ya no queda aire...
si ya no queda agua...
si ya no queda nada...
¿Cómo has de mecer la cuna
si has destruído la canción?

¿O es que ya no habrán cunas?

III

Fue ilimitada tu soberbia, hombre.
Fue inenarrable la sordidez de tu avaricia.
Por eso es trágica tu soledad en la creación e inútil que
aguces la mirada tratando de percibir algo a lo lejos
si has querido a lo tuyo.

Que la tierra tembló, cuando apareciste
hombre.
y la miraste con tus ojos torvos.

Acaso ya no vuelva a estar en calma.
Y ha de seguir temblando inexorablemente cuando te
hayas ido.
Y del recuerdo de tu paso solo queda la negrura del
petróleo sobre el agua.
el desierto llameante
y la naturaleza en coma irreversible.

Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

lunes, 5 de julio de 2010

Nota Diario Clarín



JUBILADOS: ANA MARIA MACHADO, LA POETISA DEL CENTRO CULTURAL SAN MARTIN
Vendedora ambulante de sus propios sueños
Todas las tardes, desde 1985, se la ve ofreciendo su libro Natividad
Ya colocó 70.000 ejemplares
Fue lazarillo de Borges y con él aprendió literatura inglesa

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ENRIQUE O. SDREC
Nació en un pueblito misionero que se llamaba Villa Lanús. Después, con el correr de los años, pasó a llamarse Villa Poujade, en homenaje a su abuelo. Hoy el lugar pasó a convertirse en un suburbio de la ciudad de Posadas. Un día, cuando era una niña -hace de esto 60 años-, sus padres decidieron afincarse en la Capital Federal, lo que le permitió a Ana María Machado concretar dos decisiones que había tomado a los 10 años de edad: ser poetisa y cursar Filosofía y Letras.-Lo digo sin un atisbo de arrogancia o vanidad: he sido acompañante de Jorge Luis Borges, uno de los escritores más grandes que hemos tenido, y ese solo hecho significa para mí un premio de incalculable valor. Llegué a hacerle de lazarillo y con él aprendí literatura inglesa y norteamericana. Todo ese pasado justifica con creces las vicisitudes que he debido afrontar, y sigo afrontando, no sólo para poder escribir sino para colocar mis obras -nos cuenta en su humilde vivienda de Constitución esta mujer que desde hace muchos años es conocida como La poetisa del San Martín, ya que desde 1985 se para todas las tardes en la puerta del Centro Cultural General San Martín para vender su libro Natividad, cuyo rico contenido no se compadece con su precaria presentación, ya que se trata de un texto mimeografiado con páginas sujetas con los clásicos broches de abrochadora.-Ya llevo colocados 70.000 libros, y digo colocados porque no los vendo, sólo le pido al interesado una modesta colaboración y, aunque parezca mentira, con eso estoy viviendo. Es una historia con un comienzo triste, porque se lo dediqué al Hospital Nacional Infanto-Juvenil Tobar García.-¿Fue su primer libro?-No. El primero lo titulé Bagajes de vivencias. Eso fue en 1966, y hoy lo considero un pecado de juventud. De todos modos no está dicha todavía la última palabra. Pienso incursionar por el ensayo y el teatro. Y aspiro a que mis obras se conozcan a nivel internacional. Sé que no es tarea fácil. Que deben vencerse infinitos contratiempos y obstáculos...-¿Como cuáles?-Como por ejemplo no estar revestida con un barniz académico. En los 60, cuando me di cuenta de que era imposible conseguir un editor que publicara mis obras por ser una ilustre desconocida, comencé a recorrer bares y confiterías ofreciendo mi libro Bagajes de vivencias por lo que quisieran darme. En poco tiempo había colocado 6.000 ejemplares y ya me sentí con derecho a contactarme con la Sociedad Argentina de Escritores. Me equivoqué fiero. Uno de los directivos me espetó: ¿Cómo se atreve a pretender ingresar a la SADE una persona que vende sus libros por las calles y en los bares, dejándolo en mesas llenas de migas y trozos de pizza? En ese momento fui yo la 0ue rompí con la SADE, y no ellos conmigo.-En Natividad usted se refiere a los desaparecidos en la última dictadura militar, habla de lo cerca que estuvimos de entrar en guerra con Chile allá por 1978 y, específicamente, incursiona por la guerra de las Malvinas. ¿Le da eso al libro un tinte político?-Si lo tiene, no ha sido mi intención. Sentí necesidad de hacer conocer lo que pensaba respecto del más grande genocidio que se recuerda en el país, de cómo un general con intoxicaciones etílicas metió a nuestros chicos en una guerra absurda y de lo cerca que estuvimos de trenzarnos con nuestros hermanos chilenos disputando el canal Beagle.-¿Su momento de mayor angustia?-Cuando se incendió mi departamento y las llamas arrasaron no sólo con mis pocos muebles sino, lo que es peor, con mi archivo y con mis libros.-¿El de mayor alegría?-Fue en 1988. Una muchacha estadounidense, que dijo ser profesora de castellano en California, se llevó Natividad al encontrarme ofreciéndolo en la calle Corrientes. Hace dos años me vino a ver un argentino, residente en Los Angeles, y me contó que aquella muchacha le había mostrado mi libro, en los Estados Unidos, y le había contado mi historia. Aprovechó su viaje a Buenos Aires para conocerme. Usted debe ser, en el mundo, la única vendedora ambulante de sus propios libros, me dijo emocionado.

Cartonerito

Mirá si fuera yo quién te contara un cuento de hadas, el que nunca escuchaste.
¿Acaso pudo alguien alguna vez contarte un cuento?

Pienso,
Cuando te veo a vos,
¡tan chico!
agarrar del cogote a la miseria

¡Y sos tan chico!

Deberías jugar, y estar haciéndole rabiar a la mamá con tus diabluras.
y la seño...
Y la tiza...
Y la pelota...
Y...qué se yo!...Vení...
Prestame un poco de tu fuerza con que empujas la vida hacia adelante,
y conversemos...Aunque no.
Se que estás apurado
y a mí me sobra el tiempo

Pero vení, repito
¿No ves esta pelota rantifusa?
Dale...
Patéala...
y hacele un gol al arco de la vida

Y podré embelesarme
¡la pucha esa sonrisa tuya,
esa sonrisa morochita de hollín!

ANA MARÍA MACHADO
(La poeta del teatro San Martín)

Más sobre la poeta...



En 1968 aparece su primer libro "Bagaje de viviendas", que llegó a la 5° edición con 5000 ejemplares vendidos. En 1985 lanza su segundo poemario "Natividad", del cual lleva vendidos 84000 ejemplares.
"La Poeta del Teatro San Martín" como se la denomina habitualmente, fue invitada a subir al escenario y ovacionada durante la celebración del 40° Aniversario de este Centro Cultural.