jueves, 26 de agosto de 2010

El hermanito de los lápices (Escrito en 1987)

Sé que no es cierto que te molestara
y que estabas podrido
de tenerme atrás tuyo.
Y al fin y al cabo si era cierto a mí que
miércoles me importa
si me sentí feliz cuando te fuiste
aquella vez un mes al campamento.
Yo quedaba contento cuando te ibas a un pic nic
y entonces yo era el rey;
y cuando vos volvías qué bronca que me daba
que corrieran a preguntarte si te habías divertido
o si querías tomar algo.

¡Te hice tantas perrerías!

Apenas vos salías revisaba tus cosas,
te abría los cajones, hojeaba tus libros...
¡Si no hubo uno solo que no hiciera pomada!
Y los juguetes de cuando eras chico...
¿Te acordás los juguetes?
Vos querías guardarlos.
Y yo me fui apropiando
de ellos poco a poco
sin dejar uno solo.
Es que todo lo tuyo me gustaba...

¿Que te hice perrerías?
Es muy cierto
Y bueno.
¡Vos también te mandabas cada una!
Que a mí se me mimaba demasiado...
Que había que educarme...
Y que era un inmaduro...
Y que tenía que crecer...
Y ya lo ves.
Crecí de golpe.

Que vos te fuiste.
Y me quedé esperando.
Que es una forma de quedarte muerto.
Que es una linda forma de quedarse solo
como un perro en este mundo.

Que se habló mucho de ellos.
Se habló de ellos hasta la manija.
¿Y en mí no se fijaron?
¿Nadie sabía cómo te quería?
¿O acaso nadie no lo supo nunca...?
Que a ellos se les puso el pelo blanco
y el alma se les puso gris.
Y yo sentí terror cuando sentí que me
quedaba solo como un perro en este mundo.

La pucha con la vida...
La pucha con el daño que me hicieron...
La pucha con la risa que se muere apenas
nace
y el tiempo y los recuerdos
de cuando iba a sentarme en el cordón de la
vereda
para verte bajar del colectivo.
O el metegol aquel del cumpleaños
en el que cada vez que jugábamos era para
salir peleados.
Y el autito que me ibas a comprar de tus
ahorros?
¿Y te acordás...?
Que hoy sólo queda preguntarme en voz baja
¿te acordás?, como si no supiera que nunca vas a
contestarme.
O repetir con bronca ¡si pudiera...!

Si pudiera pintar toda la casa
de colores alegres
y resucitar al canario
que se emurió
porque nos olvidamos de darle comida...
Si yo pudiera por ejemplo
suprimir los domingos
y que no haya mas ninguno ni por broma,
y perder la costumbre de pasarme las horas
sentado en el cordón de la vereda.
Si se pudiera romper esta coraza, y que me
entrara el aire...
Si pudiera gritar en las tribunas...
Si pudiera correr tras la pelota sin mirar al
costado...
Y reír. Reír de vez en cuando, sí, pero reír del
todo.
Y sentarme otra vez en las hamacas como
antes.
Como antes,
cuando yo era chico y me empujabas.
Si pudiera creer en cualquier cosa...

Si pudiiera llevarte unas florcitas, aunque eso
no sirva para nada.
Y si no sirve, ¡a mí que miércoles me importa!
Si al menos yo pudiera ¡pucha digo!, yo
pudiera llevártelas.

Que no pudiste despedirme.
Ni me dijiste chau desde la puerta.
Ni trajiste el autito que me habías prometido
y que me ibas a comprar de tus ahorros.

Porque vos me querías
como yo a vos,
¿no es cierto...?

Ana María Machado
La poeta del Teatro san Martín

sábado, 21 de agosto de 2010

HERMANITO

No sé si es un lugar común decir que el artista que no sirve para expresar a su pueblo, no sirve para nada. Yo añadiría que el artista que no sirve para ayudar a su pueblo, tampoco sirve para nada. Y como yo sólo sirvo para escribir, quisiera servir para algo, discúlpenme lo reiterativo del verbo.
Eso sí, me gustaría que el diminutivo, tan cuestionado en la literatura, tuviera en la ocasión la contundencia de un cross a la mandíbula. Como dijera alguien que tuvo mucho, mucho talento.



No dejes que te ordenen quedarte en el costado, siendo tuyo el camino.
No dejes que te quiten de las manos ese pan,
ése que compartís en casa con los pibes,
si es que hay tanto,
hermanito,
pero tanto...
Si hay tanta tierra en esas tierras,
si hay tanta leche en esas ubres
y sin embargo es larga la carrera del hambre que viene desde lejos.
No dejes que te alcance,
hermanito morocho, y si sos rubio lo mismo.

Hermanito...Yo marcho a tu lado,
y me siento con vos junto al mate,
y te doy lo que tengo,
un poema.
Y no es poco.

—No han de empujarte al costado del camino
ni ha de caérsete ese pan de entre las manos
mientras yo esté a tu lado con mi canto—


Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

martes, 10 de agosto de 2010

LA CALANDRIA

Lector amigo y compañero: hace unos cuantos años, exactamente en el '87, escribí este poema que ahora te pertenece. Para entonces, la noche había quedado atrás, como diríamos parafraseando a alguien que también las pasó fieras, y muchísimos todavía vivíamos en la euforia.
El tiempo pasó y todavía seguimos viviendo donde el hambre da órdenes. Y ni qué hablar de la rapiña. ¡La pucha que se rapiñó lindo en estos años!...
A vos lector, que probablemente seas muy joven, o tal vez no, eso no interesa, te entrego esta querida Calandria, y lo hago con confianza y esperanza. Se que ni vos ni yo vamos a desertar.



¡Con qué tristeza pienso en esos barcos
en que llegó mi sangre
cuando había en mi tierra una esperanza!

Pero había en mi tierra una esperanza.

Y hoy vivo en el extremo sur del continente
donde el hambre da órdenes
y la mirada encuentra la facilidad de la rapiña.
donde corre la sangre y se mezcla con el agua del océano
y llega al otro lado
para otros.
Y siempre
o casi siempre
viví el tiempo de la Infamia.
Cuando se levantaba la cabeza para tratar de ver el cielo y la espantaba
/el golpe
del taco de la bota.
—Crimen organizado.
Crimen perfectamente organizado.
Maldad condecorada
y un saludar de todos los días a la Infamis con salvas de veintiún
/cañonazos.

Que casi siempre viví el tiempo de la Infamia.
El tiempo uniformado de la Infamia.

Nación harapos.
Nación andrajos.
Nación calandria caída en manos de la rapiña y la carroña—

(Recuerdo esa calandria...
Recuerdo que de golpe la rodearon las ráfagas.
Y hoy quiere volar.
Quiere levantar vuelo, aunque le pesa el plomo.
Y su canto es distinto
pues le ha quedado herida la garganta...)

Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín

jueves, 5 de agosto de 2010

PROFECIA (Diciembre de 1989)

Vos ni alos pájaros podías ver en jaula
y soltaste a los cuervos.
Que vos soltaste, si, a los cuervos
y no te recordaste cuando ellos
destruyeron los nidos
y picotearon en los ojos a los pájaros.
¿Vos no sabés acaso que esos bichos
atisban desde lejos
y cuando puedan prepararán las uñas
y afilarán el pico...?
Y los dejaste libres, sí, que ni a los pájaros
podías ver en jaula.
Pero tené cuidado que los cuervos
tienen mucha paciencia
y a vos también te arrancarán los ojos
con su pico encorvado.

Ana María Machado
La poeta del Teatro San Martín