miércoles, 22 de septiembre de 2010

Incienso

Al Querido, simpático y gordito cura Farinello.

I

¿Yo elegí mi camino?
No sé si lo elegí, pero no desoí Tu voz cuando llamaste.
Que
una
vez
escuché que me llamabas.
Una sola.
¿Si elegí mi camino?
No sé si lo elegí
pero no desoí Tu voz cuando llamaste.

Pero creí que iba a ser suave ese camino
de seguir Tu mandato de alegrarme y de regocijarme.
De acariciar al lobo
y hablarle con dulzura a la serpiente
y no pedí que fuera manso el lobo
ni inocuo el veneno.
Es más, nunca creí que hubiera lobos demasiado malos
ni venenos mortales.
Suave camino el mío
de repartirTe
y derramar el agua,
de entrelazar las manos
y ayudar a conducir la barca inevitable.
¿Acaso iba a dar miedo el salto inmenso?
Con Tu imagen delante...?
¡Qué lindo unir las manos
si fuera para siempre!
Suave camino el mío. Caminito de flores y de inciensos
y el tintineo de las campanillas.
—Siempre admiré al incienso
porque tiende hacia el cielo
pero no deja de aromar la tierra.
Siempre quise a las flores
porque nos brindan lo mejor de sí.
Y recuerdo aquél día en que llegué al altar de moño blanco
y oí la campanilla
y pensé que a mi lado había un ángel
y que el angel reía.

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